23 nov 2008

Lunes 24.11.2008
Lucas Condró
La pasión por quebrar los límites
En Alguien próximo, el joven bailarín y coreógrafo reflexiona sobre el encuentro


Tiene 30 años, una fuerte formación en Holanda y en Francia y un interés particular por la gestión. El bailarín y coreógrafo Lucas Condró estrenó la semana última Alguien próximo , una experiencia que parte de una profunda reflexión filosófica sobre el encuentro entre seres humanos. Para el creador esa posibilidad de encuentro genera inquietud y aproxima una tensión sobre la que le gusta trabajar en esta oportunidad.
La entrevista con LA NACION parece, por momentos, un ejercicio de su interés. Encontrarse con el cronista, a quien no conoce y, a la vez, abrirse a develar aspectos de su historia como creador, tiene algo de fascinación y de rechazo.
Dos líneas busca tomar en Alguien próximo : "Tenía ganas -dice- de trabajar el encuentro con el otro, como responsabilidad; cómo poder hospedar al otro, recibirlo, alojarlo. Ahí asoma una necesidad de abrirse, de volverse vulnerable. Y, por otro lado, me interesa la idea de uno como incógnita, lo que no sabemos, aquello de lo que podemos dudar y, en eso, hay mucha potencia porque pongo en duda mis capacidades o quién soy".
Pero si en la escena la creación de Condró parece estar plagada de preguntas, su camino como artista ha sido intenso, con decisiones muy claras y con muy efectivos. Comenzó a estudiar acrobacia con Marta Lantermo. Aquellas clases tenían una primera etapa de destreza y una segunda donde bailaban. "Cuando me enteré de que eso era danza decidí meterme de lleno ahí. Hice contemporánea, contact, improvisación. En la Argentina estudié dos años y después me fui a Holanda."
Aquí conoció al maestro David Zambrano, quien lo invitó a realizar un seminario en Amsterdam. Fue por tres meses y se quedó cuatro años. Cursó en la School for New Dance Development y, luego de trabajar como bailarín, partió a Francia, donde se perfeccionó en el Centro Coreográfico de Montpellier. "Después volví -cuenta con cierta satisfacción-. Me cansé de ser extranjero, de hablar otro idioma, de comunicarme con gente de otra cultura. Quería estar acá y ver qué estaba pasando. Y estuvo buenísimo. Empecé a trabajar, a tener colegas. Me relacioné con Diana Szeinblum y participé en tres coreografías suyas: 34 metros , Sur y Alaska . Con dos colegas, Lucía Russo y Natalia Tencer, armamos Casa Dorrego, un colectivo de artistas cuyo objetivo es colaborar en obras de teatro, de danza, multimedia y, también, hacemos gestión cultural."
Allí, su interés está en traer maestros y hacer intercambios. En esto su experiencia fue determinante. Cuando audicionó en Holanda vio los trabajos de los artistas europeos (cerca de 300 solos) y comprendió que la danza tenía múltiples posibilidades de manifestarse. "Esa experiencia fue sorprendente -recuerda-. Veía aquello y pensaba, «Todo eso es danza» y esa noción más abierta, esos cruces de culturas, de estrategias a la hora de hacer, de estéticas, fueron muy determinantes en mi creación. Acá corremos el riesgo de que todo sea igual. Hay como una sola posibilidad de hacer y eso me parece bastante peligroso."
El prefiere la inseguridad que genera cruzar fronteras e intentar otra manera de crear. "Es apasionante quebrar los límites, porque ahí aparece un verdadero hecho artístico. Para crear una pieza de danza se requiere de mucha libertad, de esa forma la obra tendrá una identidad propia."



Carlos Pacheco